Acabo de leer la novela póstuma de Rafael Chirbes. Literatura sin ninguna complacencia, Un golpe directo al estómago. Una historia de querencia, afectos y desafectos; de supervivencia, del sexo como comunicación y como tabla de salvación. Una historia de soledades y de la imposibilidad del amor envuelta en el humo de cientos de cigarrillos Gitanes y el hedor anisado del Pastis. Una historia sobre las diferencias sociales y culturales. Una historia de emigración, de supervivientes, de perdedores, de obreros y burgueses. Una grandiosa novela sobre la dignidad del ser humano, alejada de moralidades y con la enfermedad y la muerte como metáforas. ¿Quién había dicho que la lucha de clases ya no tenía vigencia?
El lector que diga que no ha encontrado en estas páginas ni Crematorio ni En la orilla es porque no ha sabido leer Paris-Austerlitz ni las anteriores novelas. Chirbes siempre nos cuenta la misma historia de soledades y de búsquedas del yo, del tiempo, de la esperanza imposible a través de los mismos personajes. ¿El joven pintor narrador, el amante madrileño referenciado, la madre o el padre de Paris Austerlitz no aparecen en La larga marcha, La caída de Madrid o en Los disparos del cazador? ¿Quién no nos asegura que el Ahmed de En la orilla no es en esencia el Ahmed de Paris- Austerlitz? Casi siempre hay un Ahmed en las novelas de Chirbes. ¿Michel, el homosexual obrero y maduro, no esta implícito en otras novelas? ¿No es la otra cara de la misma moneda? ¿Este personaje que busca a la desesperada el afecto no está en todas las novelas de Chirbes? Las respuestas que me doy a estas preguntas me reafirman el carácter único y unitario de toda la obra de este genial escritor.
Tardó veinte años en escribir esta novela de temática homosexual totalmente alejada de las ñoñerías políticamente correctas, y lo puedo entender, Me conmueve su coherencia y valentía, así como su compromiso por la búsqueda de la verdad, aunque esta sea íntima y desgarradora. Algo que ya estaba en su primera novela, Mimoun, cuyo protagonista también era un homosexual que buscaba su lugar en el mundo, en este caso en Marruecos. Me emociona sobremanera pensar -o deducir- que la paradoja del azar y de la muerte ha cerrado una obra narrativa con la misma novela que la inicio. Mimoun y Paris-Austerlitz comparten el mismo protagonista, una figura en la que Chirbes buscó sus respuestas. Mimoun abre el ciclo chirbesiano y Paris-Austerlitz lo cierra. Así que, en este juego de coincidencias buscadas o azarosas, resulta lógico que Chirbes le haya puesto a su última novela el título de la estación de ferrocarril que une la capital francesa con España, con el sur, con Marruecos. Un alfa y un omega para una obra tremendamente existencialista. Siempre he encontrado mucho de Albert Camus en las obras de Chirbes. Tras la lectura de esta última novela me reafirmo en ello.
Me produce mucha tristeza pensar que ya no volveré a leer ninguna nueva novela de Rafael Chirbes. Me queda el consuelo de la relectura de su legado, sin duda uno de los más importantes en lengua castellana de los últimos cincuenta años.
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